miércoles, 2 de enero de 2013


Revista número 13 de Diciembre de 2004 REVISTA digital “Investigación y Educación".
LA FIGURA DEL MAESTRO: AYER Y HOY
Alborada Araujo Gil


Es una opinión muy generalizada que la figura del maestro en la actualidad no está reconocida por sus alumnos, ni por la sociedad en general, de igual manera que lo estaba hace unas décadas. Puede que esta visión que hoy se tiene de la figura del maestro se corresponda en gran medida con la realidad. Sin embargo, tiempo atrás, en una sociedad un tanto diferente a la de hoy, la autoridad que significaba el maestro en el aula, hacía que los alumnos estuvieran convencidos del respeto que por encima de todo le debían. Una idea de respeto hacia el maestro, que además se veía fortalecida paralelamente por la labor que se desarrollaba en el seno de las propias familias de los alumnos, en el sentido que dentro de ellas los padres inculcaban a sus hijos la idea de obediencia al maestro, hasta el punto que depositaban en él su total confianza para que ejecutara las reprimendas que, a su juicio, sus hijos merecieran. Cuando algún alumno se quejaba en casa de la severidad del maestro, es muy significativa la respuesta que se utilizaba en tales ocasiones: “algo habrás hecho”. Es decir, era la familia del alumno la que afianzaba la autoridad del maestro, así como el respeto que se le debía guardar en el aula.

¿Qué ha podido ocurrir para que se produzca tal transformación en la forma de valorar la figura del maestro dentro del aula? O lo que es lo mismo, ¿Cómo se explica el cambio de consideración social que ha experimentado la figura del maestro en los últimos tiempos?
Sería muy compleja la respuesta a estas dos interrogantes, pues son demasiados factores los que tendríamos que analizar. Sin embargo, aun a sabiendas de que mi respuesta pudiera ser un tanto simplista, expondré algunas razones que, a mi juicio, explican el cambio de actitud ante la figura del maestro.

Entre y los años cincuenta y setenta, el maestro tenía un sistema de imponer la disciplina en  el aula diferente al que en la actualidad se practica. Y con esto no se quiere emitir elementos de juicio ni afirmar que el primero fuera peor que el segundo, sino que son diferentes, pues corresponden a tiempos y circunstancias distintos, por lo que el maestro —como un elemento más del sistema educativo del que forma parte— tiene que adoptar actitudes diferentes y evolucionar en su función didáctica, actitudes acordes con el momento social en que se desarrolla su labor educativa. Del mismo modo, se producen visiones diferentes de la figura del maestro según los tiempos que ha tocado vivir. Si preguntáramos a personas que tienen ahora entre cuarenta y sesenta años por la influencia que ejercía sobre ellos su maestro, seguramente darían una idea muy diferente a la que nos puede dar un niño de diez o quince años.

En la actualidad, parece que los niños ven al maestro como una persona que les manda tareas para casa tan sólo para que ocupen su tiempo cuando no están en la escuela, más que como alguien que pretende que sus alumnos aprendan y se esfuercen con objeto de adquirir unos conocimientos que les serán útiles el día de mañana. Sin embargo, años atrás, se veía al maestro como un representante de la cultura y del saber a escala local, lo que le imprimía una cierta autoridad que lo convertía en un ejemplo a seguir, en una referencia constante. Bien es verdad que la sociedad actual ha experimentado tal transformación que la figura del maestro como único depositario del saber —junto con el cura, el médico y el boticario del pueblo afortunadamente ya no es válida, pero al mismo tiempo también parece que se han olvidado unas normas de conducta y unos valores básicos que han podido conducir a la pérdida de autoridad del maestro.

Al hilo de lo que comentamos, el respeto hacia el maestro fue uno de los valores puestos en práctica en la escuela de ayer; respeto fundamentado en la confianza total —no siempre justificada— que despertaba la labor del maestro entre los alumnos y, sobre todo, entre los padres de éstos.

Con el paso del tiempo, todos los indicadores de este respeto parece que se han volatizado, pudiéndose sintetizar en la devaluación de la figura del maestro en la sociedad actual, por lo que no es extraño que sufran amenazas o incluso agresiones físicas (se puede constatar en las noticias de prensa) en el ejercicio de su profesión.

No es tarea fácil detener esta dinámica, pero se deberían buscar soluciones. Si dejamos a un lado el propio sistema educativo, el cambio puede iniciarse con la labor conjunta tanto de maestros como de padres de alumnos. Por una parte, se hace necesario restaurar la autoridad del maestro dentro del aula, valorar el esfuerzo del alumno encaminado a conseguir una formación de base, promover el gusto por el trabajo y cumplir unas normas de disciplina, lo que no significa imponer una rígida disciplina basada en el castigo, en el temor o en el maltrato físico o psicológico, como en ocasiones podía ocurrir en la escuela de ayer. Por otra parte, se deben potenciar y difundir unos valores que conduzcan a que la imagen del que enseña, por el sólo hecho de enseñar, tenga la consideración social que se merece, lo que contribuiría a acrecentar la autoridad y la confianza en el maestro. En este último cometido es donde desarrolla una importante función la familia del alumno.

Así pues, son distintas formas de contemplar la figura del maestro, cada una en concordancia con las normas de conducta de la sociedad que le ha tocado vivir, y es evidente que se ha experimentado un giro radical en este sentido. Sin ánimos de emitir juicios de valor ni de ensalzar un sistema y denostar el otro, lo que parece cierto es que el salto de un extremo al opuesto no ha sido la solución más adecuada. En el medio está la virtud, se dice. Pues si no era de justicia que en el pasado el alumno temiera al maestro, ¿Es lógico que en el presente sea el maestro quien en ocasiones esté supeditado a las amenazas del entorno del alumno? Restaurar la autoridad del maestro solucionaría, en parte, este problema.

¿Cómo restaurar la autoridad del maestro?

¿Cuáles son las conductas  del maestro que le harían perder autoridad?

Con base en el texto anterior, elabora un comentario crítico, teniendo en cuenta las especificaciones para  construir este proceso escritural.