sábado, 14 de abril de 2012

COPIAR- PEGAR- EMBARRARLA

Postre de notas / Copiar, pegar, embarrarla

Internet ha sido instrumento excelente para quien averigua algo en algún momento, desde la dirección de un urólogo hasta el autor de la Suma Teológica. Millones de estudiantes se benefician de las posibilidades de Google y otros buscadores. Los de mi generación teníamos que acudir a las bibliotecas, hurgar en libros empolvados y tomar dispendiosas notas en el cuaderno. Ahora, en cambio, los estudiantes hunden un botón y tienen a su alcance, de manera inmediata, las respuestas que buscan.

El problema es que algunos se pasan de vivos, o de bobos, y activan dos teclas más: copiar y pegar. Así lo hizo hace poco el ministro alemán Karl Theodor zu Guttenberg y tuvo que renunciar. Análogamente, muchas tareas escolares no son más que viles transcripciones capturadas de la red, que el alumno ni siquiera se tomó el trabajo de leer.

Lo afirmo con pruebas que pongo a disposición de ustedes. Juro por lo más sagrado que lo que enseguida relataré es la pura verdad. Y advierto desde ahora que los lectores encontrarán un lenguaje algo fuerte. Pero es que ahí está la gracia.

Paso a contar la historia. Cierta profesora de religión que conozco les puso a sus alumnas de doce años una tarea consistente en responder la siguiente pregunta: "¿Qué es un cisma?".

En otros tiempos, habría sido preciso acudir al menos a un diccionario o una enciclopedia y pasar la definición al papel. Ahora no. Una vez planteada la pregunta en Google, tarda 0,19 segundos en aparecer la siguiente definición de Wikipedia, primera entre 582.000 resultados: "Cisma es una palabra que significa división, discordia o desavenencia entre los individuos de una misma comunidad". Esa fue la que copió, literalmente, una de las alumnas de la citada profesora. Menos de un segundo en hacer la tarea. ¡El paraíso de los vagos!

Pero ocurrió que la tarea exigía algo más, pues la maestra quería que estudiaran las nociones de "cisma pasivo" y "cisma activo", así que pidió a las alumnas que definieran los términos "pasivo" y "activo", al igual que otros relacionados con el asunto, como "cisma de occidente" y "cisma de Lutero".

Se ve que la niña, quizás mientras se distraía con otros aparatos electrónicos, escribió en el buscador las palabras "activo" y "pasivo". La respuesta tardó otra fracción de segundo en brillar en la pantalla, y la alumna, de manera automática, copió y pegó en la tarea lo que allí aparecía. Al día siguiente, la profesora se topó con la siguiente definición de cisma activo en los deberes de la niña: "El término activo, aplicado a una relación homosexual hace referencia a la postura empleada por la persona que penetra anal u oralmente a otro sujeto, el cual adopta la postura opuesta y es, por tanto, denominado pasivo". Ahora bien, para que no quedara duda sobre el cisma pasivo, la aventajada alumna también había copiado la correspondiente definición de la misma fuente: "El término pasivo aplicado a una relación homosexual hace referencia a la postura empleada por la persona que es penetrada anal u oralmente por otro sujeto, el cual adopta la postura opuesta y es, por tanto, denominado activo".

Ante respuestas como esta, no me extraña que en el pecho de algunos profesores crezca un indignado volcán que explota con sarcástica rudeza contra el plagiador. Así lo hicieron varios maestros de escuelas públicas de Nueva York en circunstancias parecidas a la de la profe de religión. He aquí algunas de sus glosas en el cuaderno de notas: "Desde mi último informe, su hijo tocó fondo y empezó a escarbar"... "Me temo que el chico ha trabajado mucho con pegante y le está afectando el cerebro"... "Cuando su hija llegue a 50 puntos de coeficiente intelectual, vendan"... "Si el alumno fuera un poco más estúpido, habría que regarlo un par de veces por semana"... "Su hijo está privando a algún pueblo de un estupendo bobo"... "Es imposible creer que el espermatozoide que produjo a este niño venció a un millón de rivales"...

Por si no lo sospechaban, yo también, como la alumna de marras, copié y pegué estas frases de internet. Pero al menos me tomé el trabajo de traducirlas.

Publicación

eltiempo.com

Sección

Otros

Fecha de publicación

11 de marzo de 2011

Autor

DANIEL SAMPER PIZANO

Educar para sobrevivir en el siglo XXI

ESCUELA NORMAL SUPERIOR SOR JOSEFA DEL CASTILLO Y GUEVARA

CHIQUINQUIRÁ

FILOSOFÍA DE LA EDUCACIÓN -Formación Complementaria-

Docente: Leonor Mercedes Peña Malagón

Realizar la siguiente lectura y preparar un debate sobre la temática analizada.

Origen de Publicación: Nacional

Origen de la Noticia: Bogotá D.C

Condición de la Noticia: Neutra

Medio que Publica: PORTAFOLIO

Tema Estratégico: Planes de mejoramiento y aprendizaje de experiencias exitosas

EDUCAR PARA SOBREVIVIR EN EL SIGLO XXI

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Mauricio Reina - Investigador Asociado de Fedesarrollo

¿Para qué sirve la educación? Para algunos es la solución a todos los problemas y para otros es el origen de todos los males. Nelson Mandela dijo una vez que la educación es el arma más poderosa que existe para cambiar el mundo. Pero no todos son tan entusiastas: Albert Einstein afirmaba que lo único que se interponía entre él y el aprendizaje era la educación.

A ambos hay que creerles. ¿Cómo no creerle a Mandela cuando habla de cambiar el mundo, si logró ser el primer presidente surafricano elegido por sufragio universal tras pasar 27 años en prisión luchando contra el racismo? Por su parte, Einstein se dio el lujo de cambiar el mundo prescindiendo de parte de su educación adolescente: cansado de las críticas de sus profesores, abandonó el colegio como cualquier hijo de vecino (consiguió una excusa médica) y se dedicó a pasear por Italia mientras llegaba la hora de presentar sus exámenes en el Politécnico de Suiza.

Dos personajes brillantes con dos percepciones distintas sobre la educación, y ambos tenían razón. La educación puede ser un trampolín hacia el progreso, pero también puede ser un lastre si no se adecua a las cambiantes necesidades de la sociedad.

Ahora que el Gobierno pone en práctica el Plan Nacional Decenal de Educación 2006- 2015, conviene evaluar si nuestra educación es adecuada para atender nuestras necesidades en el siglo XXI. La respuesta no es alentadora: muchos aspectos de nuestros procesos educativos son obsoletos y difícilmente podremos salir adelante en este siglo si no los cambiamos.

AVANCES INSUFICIENTES

Es indudable que la educación ha tenido avances importantes en los últimos años en el país. La cobertura bruta de la educación básica y media ha llegado a 90 %, mientras la de la educación superior ronda el 30%. Entre tanto, los colombianos mayores de 15 años pasaron de tener un promedio de 6,4 años de educación en 1992 a 7,9 en el 2005, y la tasa de analfabetismo ya está por debajo de 7%.

A pesar de los avances, esos logros son insuficientes. La cobertura de la primaria en Colombia aún está por debajo de las de Costa Rica o Brasil, la de la secundaria todavía es inferior a la de Argentina o Cuba, y en educación superior apenas logramos en el 2003 la tasa de cobertura que el promedio de América Latina alcanzó en 1997.

Pero hay algo mucho más grave: la pobre calidad de nuestra enseñanza. ¿De qué sirve aumentar la cobertura de la educación si sus resultados son deficientes? Las cifras son alarmantes: sólo 13 de cada 100 estudiantes de grado 9 logran resolver problemas complejos en matemáticas, y sólo 29 de cada 100 alumnos de grado 5 pueden hacer una lectura con inferencia, lo que significa que los 71 restantes leen sin que la cabeza les haga click.

Con esos resultados, no es raro que cada vez más estudiantes repitan sus cursos y que muchos estén abandonando las aulas. La tasa de repetición en la educación preescolar, básica y media aumentó de 4,3 % en 1999 a 6% en el 2002. La deserción es aún más preocupante: en el 2002 desertaron 600.000 niños de la educación preescolar, básica y media, y se estima que la deserción en la educación superior en el 2003 fue de 50 %.

El problema se extiende a la poca relevancia de lo que se está enseñando. Según el Plan de Desarrollo, entre las principales causas de la deserción en la educación superior se encuentran la falta de pertinencia de los contenidos y el poco entusiasmo que generan en los estudiantes. Para no ir más lejos, hace poco PORTAFOLIO publicó un editorial que ponía el dedo en la llaga: los jóvenes no quieren ir a la universidad.

EL MUNDO CAMBIÓ

Mientras nos esforzamos por ampliar la cobertura de una enseñanza deficiente con una relevancia cuestionable, el mundo se transforma a pasos agigantados. El nuevo siglo ha traído inmensos retos para el país, que sólo podremos enfrentar con una gran transformación educativa.

¿Y cuáles son esos retos? Con la profundización de la globalización, Colombia ha quedado en un sándwich en el mercado mundial: nuestros productos no pueden competir por precio porque nuestros costos son más altos que los de países asiáticos, y no tenemos la capacidad innovadora para producir bienes que puedan penetrar los nichos más exigentes del mercado. Los escritorios de muchos empresarios colombianos están llenos de libros como La estrategia del océano azul o Diferenciarse o morir, pero para ponerlos en práctica se necesita capital humano idóneo.

Debemos convertirnos en un país innovador si queremos sobrevivir en un entorno globalizado. ¿Pero tenemos la capacidad creativa para hacerlo? Desgraciadamente no. ¿Puede ser innovador un país si 71% de sus estudiantes de quinto grado no pueden inferir a partir de lo que leen y 87% de sus alumnos de noveno no pueden resolver problemas matemáticos complejos? Esas limitaciones se manifiestan en nuestra precaria posición en la economía global. Colombia ocupa el lugar 57 en el escalafón mundial de innovación, detrás de países como Chile (33), México (37), Brasil (40) y Costa Rica (51).

Nuestro rezago en innovación es elocuente: en Colombia solo se otorgaron 0,67 patentes por millón de habitantes en el período 1996- 2004, muy por debajo del promedio latinoamericano de 2,07 patentes, y de las otorgadas en países como Argentina (4,65) o Chile (2,43).

EDUCAR PARA INNOVAR

Para convertirnos en una economía innovadora debemos transformar nuestros procesos educativos, tan dados a castrar la creatividad, fomentar la memoria y homogenizar a los alumnos. Nuestra política educativa ha dado un paso en ese sentido al promover el cambio de los currículos tradicionales a la generación de competencias. Pero ¿qué efectividad puede tener esa transformación si la ejecutan maestros que siguen aferrados a una pedagogía anacrónica?

Los estudios sobre la inteligencia y la creatividad sugieren que el desarrollo de individuos innovadores exige al menos tres grandes cambios en nuestra enseñanza. En primer lugar, es esencial que la educación se concentre primero en la formación del individuo y después en proporcionarle conocimientos. ¿Qué sentido tiene que un niño de ocho años aprenda (de memoria) respuestas a preguntas que aún no se ha hecho? Formar al individuo no sólo implica generar una curiosidad genuina por el conocimiento, sino además fomentar la singularidad y la diversidad, bases esenciales de la creatividad.

En segundo término, debemos tomar con pinzas la fragmentación del conocimiento y la especialización excesiva de la educación. Un especialista es alguien que sabe cada vez más sobre cada vez menos. Las personas más creativas no son las que se quedan en los detalles ni las que solo tienen en cuenta un lado de las cosas: quien no ve el bosque no puede saber cómo innovar en su propio árbol. Para formar personas que puedan ver el bosque se requiere superar rasgos lamentables de nuestra enseñanza como el desprecio por la intuición y el desdén hacia las artes. ¿Por qué cultivar solo un hemisferio del cerebro si tenemos dos?

Finalmente, debemos recuperar algo que se nos perdió hace mucho tiempo: el gusto por aprender. Aunque han pasado varias décadas desde que John Dewey demostró que el aprendizaje más efectivo es el que se hace con placer, aquí seguimos pensando que la letra con sangre entra. Dicen por ahí que Colombia es pasión, pero lo primero que hace un profesor corriente en nuestro país es matar la pasión de los alumnos en aras de una disciplina mal entendida. ¿Cómo queremos formar un buen capital humano, si creemos que la angustia que siente Felipe el de Mafalda frente al colegio es una condición natural de la educación?

EDUCAR PARA SOBREVIVIR EN EL SIGLO XXI; Plan Nacional Decenal de Educación 2006- 2015; Avances; Globalización.